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Narrativa hispanoamericana del siglo XX

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La modernización de la narrativa hispanoamericana comienza a producirse en los años 40 y se completa en los 60. El primer movimiento fue importar las modas foráneas, adaptando las innovaciones que venían de Europa y de EEUU (James Joyce, Marcel Proust, Virgina Woolf, Thomas Mann, Franz Kafka, William Faulkner, Henry James, Aldous Huxley, etc.) y el segundo, universalizar la nueva narrativa hispanoamericana. En los años 40, un grupo de pioneros, al tanto de las novedades que se distancian del modelo decimonónico realista-naturalista, abre el camino en este proceso modernizador. Al final de esta década y durante los cincuenta y los sesenta, la tendencia que mejor supo integrar las novedades técnicas para enriquecer los discursos realistas fue el llamado Realismo Mágico. En los años 60, el éxito internacional de esta nueva ola de novelistas (el llamado Boom de la narrativa hispanoamericana) dio a conocer al mundo el rico y diverso (y a la vez unido por la misma lengua) panorama literario hispanoamericano. El experimentalismo fue llevado al extremo en esta década vertiginosa y por ello la reacción postmodernista de los 70 y los 80 supuso una vuelta a la narratividad, el placer de contar y entretener al lector. En la actualidad la narrativa hispanoamericana goza de excelente salud y reputación internacional, es diversa y polifacética, acorde con un mundo globalizado.

I. TENDENCIAS NARRATIVAS HASTA 1940

En las tres primeras décadas del siglo XX todavía perviven los modos novelescos decimonónicos. La novela gauchesca (el western sudamericano), de origen romántico, se reactualiza con Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes; la mejor manifestación del Modernismo en la narrativa son los cuentos de Horacio Quiroga (Cuentos de amor, de locura y de muerte, 1917); a caballo entre el modernismo y el realismo florece la llamada novela regionalista, en la que la naturaleza es un personaje más y que servirá de precedente al Realismo mágico (Dª Bárbara de Rómulo Gallegos o La vorágine de José Eustasio Rivera); las tendencias realistas de principios del siglo XX aumentan su componente crítico con la realidad, como podemos comprobar en la novela de la Revolución mexicana (Los de debajo de Mariano Azuela) y, sobre todo, con la novela indigenista del ecuatoriano Jorge Icaza (Huasipungo) o el peruano Ciro Alegría (Los perros hambrientos), entre otros.

Uno de los primeros renovadores de la narrativa hispanoamericana fue el argentino Roberto Arlt, un escritor incomprendido en su época (escribía sobre los bajos fondos de las ciudades cuando estaba de moda el preciosismo modernista y la novela regionalista), olvidado durante mucho tiempo y reivindicado después (referente de Cortázar, Bolaño, Aira o Piglia) como uno de los pioneros renovadores de la narrativa hispanoamericana, autor de una obra narrativa revolucionaria y perturbadora, como se puede comprobar en sus cuentos (El jorobadito) y, sobre todo, en su novela Los siete locos (1929). Con Juan Carlos Onetti arranca definitivamente la novela moderna en Hispanoamérica, desde la seminal El pozo (1939), un asfixiante relato en primera persona que recuerda La náusea de Jean Paul Sartre. Además del Existencialismo, la otra gran influencia del uruguayo es Faulkner: el equivalente del condado imaginario faulkneriano Yoknapatawpha es la ciudad inexistente de Santa María en la obra de Onetti (por ejemplo en El astillero, 1961, y en Juntacadáveres, 1964).

 II. EL REALISMO MÁGICO

Origen del término y definición

El término Realismo mágico fue acuñado en 1925 por el crítico de arte alemán Franz Roh para caracterizar la pintura post-expresionista alemana de 1918-1925 (Otto Dix, George Grosz, etc), aunque el término fue pronto sustituido por el de Nueva Objetividad. El Realismo Mágico surgió tras la Primera Guerra Mundial, en el periodo álgido de las Vanguardias de entreguerras, como reacción al cansancio que un grupo de artistas sentía del exceso de experimentación, de formalismo, de abstracción y, en definitiva, de deshumanización de las primeras vanguardias (Futurismo, Cubismo, Dadaísmo, etc.). Parece ser que fue el italiano Massimo Bontempelli el que poco después empezó a difundir el término de Realismo Mágico, aplicándolo a la literatura.

Se trata, por tanto, de un término surgido primero en el arte y luego en la literatura en el primer tercio del siglo XX para referirse a creaciones que mezclan realidad y fantasía de modo natural. En otras palabras: el realismo mágico se caracteriza por la invasión en la realidad de una acción fantástica descrita de un modo realista, ya que se muestra lo irreal y extraño como algo cotidiano y común (y, a veces, se presenta lo común como algo maravilloso). En literatura este término se ha aplicado a una serie de obras y autores hispanoamericanos fundamentalmente de los años 50-60-70. No obstante, el realismo mágico es un concepto más amplio por varias razones:

a) El realismo mágico también se cultiva en el arte (de hecho, como hemos visto, surgió en este ámbito),

b) El realismo mágico no sólo es un fenómeno de la literatura hispanoamericana, podemos encontrar novelas mágico-realistas de autores italianos (Italo Calvino o Dino Buzzati), alemanes (Günter Grass) e incluso japoneses (Haruki Murakami).

c) El realismo mágico en literatura tuvo su momento de esplendor en las décadas de los 50-60 del siglo XX, pero su influencia se puede rastrear hasta la actualidad.

Realismo mágico, Realismo maravilloso, Realismo fantástico y “lo real maravilloso”

Se ha discutido sobre si existe diferencia entre los términos “realismo mágico”, “realismo maravilloso”, “realismo fantástico” y “lo real maravilloso”. Aunque operativamente podemos considerar estos términos como sinónimos, es conveniente hacer algunas matizaciones. Como hemos visto, el realismo mágico muestra lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Para ello se vale de los elementos culturales, folclóricos y míticos de las culturas nativas o indígenas de América Latina para alterar la realidad a través del mito. Dos de los principales exponentes del Realismo Mágico son el colombiano Gabriel García Márquez y el mexicano Juan Rulfo.

El concepto “realismo maravilloso” se suele utilizar como sinónimo de “realismo mágico”, pero los defensores de aquél prefieren el concepto “maravilloso” porque tiene más recorrido en la historia de la literatura y porque es sinónimo de ‘extraordinario’ e ‘insólito’, claves para entender esta tendencia.

En el realismo fantástico, en cambio, el peso de lo sobrenatural es mayor y la influencia mítico-indígena, menor. Esta tendencia es característica, sobre todo, de escritores del Cono Sur (especialmente los argentinos Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Ernesto Sábato).

Finalmente, el escritor cubano Alejo Carpentier, unánimemente considerado como una de las principales figuras del Realismo Mágico, utilizaba para referirse a su estilo el término “lo real maravilloso”, que podemos definir como la búsqueda de propiedades mágicas dentro de la realidad misma. En sus propias palabras: “lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad” (cf. El reino de este mundo). Carpentier se refiere al ambiente mágico, ancestral, supersticioso y colorista atestiguado por cualquier turista que haya asistido a determinadas ceremonias o lugares emblemáticos del folclore de algunos países centro o sudamericanos (Guatemala o Cuba, por ejemplo). Lo real maravilloso, por tanto, es la transcripción literaria de ese ambiente mágico arraigado en las culturas indígenas caribeñas de origen africano. Este término pronto se confundió con el de realismo mágico. No obstante, los autores asociados a lo real maravilloso (Carpentier y el guatemalteco Miguel Ángel Asturias) se caracterizan por un estilo neo-barroco, esto es, ampuloso, complejo y muy adornado.

Características del Realismo Mágico

Para comentar las características del Realismo Mágico vamos a poner ejemplos de dos novelas de esta tendencia: Cien años de soledad (CS) de Gabriel García Márquez y La casa de los espíritus (LCE) de Isabel Allende:

  • La principal característica, como hemos visto, es la mezcla de realidad y fantasía de modo natural. Se produce una invasión en la realidad de una acción fantástica descrita de un modo realista, ya que se muestra lo irreal y extraño como algo cotidiano y común (y, a veces, se presenta lo común como algo maravilloso). El realismo se cuenta en el modo de contarlo: como si el hilo principal fuera realista y lo más importante, mientras que lo mágico no representara más que un detalle ordinario de poca importancia. El escritor da lo mágico por sentado. Ejemplos: clarividencia [Clara en LCE], levitación [CS], telequinesis [LCE], vidas largas al estilo bíblico [CS], milagros, enfermedades mitad imaginarias que son exageradas hiperbólicamente [madre de Esteban o Esteban, en LCE]
  • El RM supone una renovación formal: se incorporan las innovaciones de los grandes renovadores de la novela de principios s. XX (Faulkner, Kafka, Joyce, Proust, Mann, Woolf): monólogo interior, infracciones temporales, limitación omnisciencia narrador, pluriperspectivismo, fragmentarismo, etc. Se observa también una influencia del lenguaje surrealista para expresar lo maravilloso.
  • La presencia de la muerte ya no es terrible y horripilante; es una presencia diaria, forma parte de la vida: a veces es difícil establecer unos límites entre la vida y la muerte; otras, es posible sobrevivir a la muerte. Encontramos muertos aparecidos, fantasmas o espíritus [LCE], longevidades imposibles [LCE]o premoniciones de muertes [LCE]. Quizá el mejor ejemplo de este aspecto es la obra maestra de Juan Rulfo Pedro Páramo.
  • Es usual que las obras del RM contengan anomalías o incorrecciones en las referencias a acontecimientos históricos o geográficos. Muchas veces incluso se toman prestadas referencias a otros países o se combinan la realidad con la ficción. [en LCE se hace un repaso a la historia del siglo XX chilena, pero en ningún momento se menciona el país; se combina la historia real –sobre todo al final– con la historia personal de la familia de ficción; se mezclan personajes de ficción con reales: Jaime es amigo de Allende; Neruda visitaba la Casa de la Esquina; etc.]
  • Se recurre a representaciones de mitos y leyendas, por lo general latinoamericanas. [En CS se hace alusión al mito de la humanidad, concretamente al momento en que Adán y Eva se marchan del jardín del Edén. En LCE el viejo Pedro García termina con la plaga de hormigas, como un héroe bíblico; el perro gigantesco Barrabás parece un monstruo mitológico]
  • Contiene multiplicidad de narradores (combina primera, segunda y tercera persona), con el fin de darle distintos puntos de vista a una misma idea y mayor complejidad al texto. [en LCE los narradores principales son Alba y Esteban Trueba; se cambia de 3ª a 1ª persona de forma brusca].
  • Se producen infracciones temporales en la narración [en LCE hay constantes prolepsis, flash-forwards o saltos-adelante-en-el-tiempo]. Por otra parte, el tiempo es percibido como cíclico, no como lineal. [LCE tiene una estructura circular: empieza y termina con las mismas referencias]. Además, se distorsiona el tiempo, para que el presente se repita o se parezca al pasado.
  • Algunos temas recurrentes en las novelas del RM son: la importancia del destino, la presencia de enfermedades y curaciones inauditas [en LCE se exagera la enfermedad de la madre de Esteban y Férula; Estaban sufre un curioso empequeñecimiento; mutismo de Clara; forma de morir de Pancha; fiebres exóticas del tío Marcos; fisioterapia artesanal de Pedro el viejo para curar los huesos rotos de Esteban tras el terremoto, etc.], los desastres naturales [diluvio en CS y terremoto en LCE], la soledad del dictador [en LCE quizá uno de los temas principales es la soledad del “dictador” Esteban Trueba], la venganza [constante en LCE], la paternidad desconocida [ídem], loa gemelos diferentes [Jaime y Nicolás en LCE], los personajes con dones y poderes sobrenaturales o estrafalarios [Clara en LCE], etc.

 

III. EL BOOM DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA

Origen del término e integrantes

Se conoce como Boom al fenómeno editorial que puso de moda en la década de los 60 a los narradores hispanoamericanos. A comienzos de esta década, un grupo de jóvenes escritores latinoamericanos (algunos instalados en ciudades europeas) obtuvieron una inesperada difusión internacional y un súbito éxito comercial, sobre todo por la labor de editoriales españolas y francesas. De repente los escritores hispanoamericanos se pusieron de moda, saltaron el charco y conquistaron a una nueva generación de lectores, muchos de ellos jóvenes universitarios contraculturales que leían a Sartre y estaban fascinados por la Revolución cubana y el Che Guevara. No existe acuerdo de cuál fue el comienzo de este fenómeno, pero sin duda una de las obras pioneras es la opera prima de Carlos Fuentes La región más transparente (1958). Algunos dicen que la obra fundacional fue Rayuela de Julio Cortázar de 1963; otros proponen la concesión en 1962 del Premio Biblioteca Breve concedido por la editorial barcelonesa Seix Barral a La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa; incluso hay quien retrotrae el origen del fenómeno a novelas de los años 40.

No todos los críticos aceptan esta etiqueta para designar un movimiento literario dotado de unidad, pues la variedad de los autores y de obras lo dificulta. Además, conviene tener en cuenta que el Boom no es un concepto generacional, pues bajo esta etiqueta conviven escritores de diferentes generaciones y procedencias. Algunos esgrimen, y no les falta razón para ello, que no es un fenómeno puramente literario, sino editorial, es decir, comercial, caracterizado por el éxito rápido e inesperado de un grupo de escritores, que contaron con el decisivo apoyo y difusión de algunas editoriales. Tampoco hay acuerdo en establecer la nómina de los integrantes del Boom. A pesar de tomar con cautela el término y advertir de que el panorama literario de Hispanoamérica (formado por muchos países de todo un subcontinente, unidos por la lengua común) es mucho más rico y diverso, pensamos que el concepto de Boom sigue siendo válido, ya que tiene varias décadas de recorrido y fue respaldado por uno de sus integrantes (el chileno José Donoso) en su Historia personal del Boom (1972). En casi todas las listas de integrantes del Boom figuran el colombiano Gabriel García Márquez, el argentino Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa, el chileno José Donoso y el mexicano Carlos Fuentes.

Una de las consecuencias del Boom es que actuó como un foco de atracción que sirvió para dar a conocer a otros escritores latinoamericanos que ya habían iniciado la renovación años antes, sobre todo los vinculados con el Realismo Mágico, o que son coetáneos pero no suelen entrar en la nómina de los célebres autores del Boom. Nos referimos al guatemalteco Miguel Ángel Asturias, a los cubanos Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres, 1970) y José Lezama Lima (Paradiso, 1966), los mexicanos Juan José Arreola (Confabulario, 1952), Juan Rulfo, Sergio Pitol y Fernando del Paso (José Trigo, 1966), el paraguayo Augusto Roa Bastos (Hijo de hombre, 1960), los argentinos Manuel Mujica Láinez (Bomarzo, 1962), Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges y Antonio di Benedetto (Zama, 1956), el venezolano Arturo Uslar Pietri (Las lanzas coloradas, 1931 o La isla de Robinson, 1981), el colombiano Álvaro Mutis (La nieve del almirante, 1986) y el uruguayo Mario Benedetti (La tregua, 1960 y Gracias por el fuego, 1965).

Como hemos dicho CARLOS FUENTES abrió el camino con la compleja La región más transparente (1958), a la que siguieron otras obras audaces como La muerte de Artemio Cruz (1962), que empieza con un caótico monólogo interior, o Cambio de piel (1967). CORTÁZAR es autor de una de las obras más originales de la década (Rayuela) y uno de los mejores cuentistas en lengua española del siglo XX, heredero de Poe y Kafka, autor de relatos fantásticos e inquietantes. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ firmó la obra maestra indiscutible del Realismo Mágico, Cien años de soledad, y JOSÉ DONOSO será recordado (además de por haber popularizado la etiqueta en su ensayo Historia personal del boom) por una de las mejores novelas en español del siglo XX en palabras del influyente crítico Harold Bloom: El obsceno pájaro de la noche (1970). MARIO VARGAS LLOSA también aplicó técnicas novedosas (escenarios y narradores múltiples, saltos en el tiempo, monólogo interior, etc.) en La ciudad y los perros (1962) y escribió su obra maestra Conversación en la catedral en 1969, en la que aunó una perfecta construcción formal con una trama centrada en la corrupción política. MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS es uno de los precursores de este grupo de narradores, uno de los primeros en utilizar el término “realismo mágico”, presente en El señor presidente (1948), una obra que inaugura (con permiso del Tirano Banderas de 1926 de Ramón del Valle-Inclán) el subgénero típicamente sudamericano de la “novela del dictador”, que tiene otras interesantes manifestaciones en Yo el supremo (1974) de Augusto Roa Bastos, El recurso del método (1974) de Alejo Carpentier, El otoño del patriarca (1975) y El general en su laberinto (1989) de Gabriel García Márquez y La fiesta del Chivo (2000) de Mario Vargas Llosa. Junto a Carpentier y Asturias, otro de los pioneros del Realismo mágico fue JUAN RULFO, que con sólo dos obras (el libro de relatos El llano en llamas de 1953 y la novela Pedro Páramo de 1955) es considerado como uno de los mejores escritores latinoamericanos del siglo. JOSÉ LEZAMA LIMA representa (junto al mencionado Carpentier) lo que se ha denominado neobarroco americano, una estética caracterizada por la exuberancia verbal y la complejidad, cuya obra cumbre es Paradiso de 1966. ERNESTO SÁBATO fue también uno de los primeros renovadores de la narrativa hispanoamericana con su primera obra, El túnel (1948), una novela negra existencialista que mereció los elogios de Thomas Mann o Albert Camus. Ya en los 60 escribió la que para muchos es su obra maestra: Sobre héroes y tumbas (1961). Acabamos este breve repaso con JORGE LUIS BORGES, un intelectual clave en la difusión de las tendencias innovadoras de principios del siglo XX desde su revista Proa, poeta ultraísta, lector incansable y uno de los mejores cuentistas del siglo XX, autor de piezas clave como Ficciones (1944) o El Aleph (1949). Los cuentos de Borges son inteligentes e inquietantes, paradójicos e imaginativos.

Como hemos visto, estos autores no constituyen un grupo homogéneo, pertenecen incluso a generaciones diferentes, y no existe un manifiesto estilístico aglutinador. Aunque cada escritor tiene su personalidad y algunas de las técnicas novedosas ya las venían empleando desde los años 40 los narradores asociados al Realismo Mágico, podemos sintetizar algunas características definitorias de la narrativa del Boom:

Características del Boom

  • La primera característica es la voluntad de renovación y el experimentalismo. Sus obras son vanguardistas, arriesgadas, complejas.
  • La complejidad se observa en primer lugar en la estructura de la narración: se rompe con la linealidad cronológica, con la estructura tradicional de planteamiento-nudo-desenlace. El fragmentarismo y las infracciones temporales son frecuentes. Todas estas construcciones novelescas novedosas exigen un lector activo, atento e inteligente, no un pasivo receptáculo de entretenimientos intrascendentes.
  • Son abundantes las experimentaciones con el tiempo, el espacio, la estructura y el narrador. Es frecuente la ruptura de la línea argumental y el descoyuntamiento de la narración lineal para constituir a veces verdaderos rompecabezas temporales; el uso de técnicas de contrapunto; la combinación o superposición de personas narrativas y puntos de vista; el empleo del monólogo interior… [Se utilizan en LCE, pero sin llegar al grado de complejidad que en las novelas del Boom]
  • Otra innovación y otra fuente de complejidad es la experimentación lingüística, mediante la presencia de varias voces narrativas, la combinación de registros idiomáticos o dialectos o la abundancia de recursos retóricos.
  • Estos escritores consiguieron universalizar la novela hispanoamericana, prescindir de las barreras nacionales y regionalistas (algunos se declaran incluso “huérfanos” de paternidades literarias latinoamericanas). A pesar de tener diferentes edades, tenían en común la misma procedencia geográfico-lingüística y sobre todo el cosmopolitismo, que los acerca a otros vanguardistas de la literatura universal (Faulkner, Proust, Joyce, Mann, Kafka, Woolf, etc.) y los aleja del regionalismo latinoamericano.
  • La metaliteratura, es decir, la creación literaria como tema, se percibe en algunas obras.
  • La importancia de lo histórico-social explica la frecuente exploración de la realidad próxima y compleja.
  • Hay una alternancia entre la novela épica y la intimista.
  • Es común el rechazo de la moral burguesa y de ciertos comportamientos. Frecuentemente ligado a este tema aparecen novelas de maduración de jóvenes o adolescentes enfrentados a sus modelos dominantes.
  • Tendencia a unir diferentes géneros literarios bajo la forma de la novela.

IV. POSTBOOM Y NARRATIVA HISPANOAMERICANA ACTUAL

Postboom

El fenómeno del Boom dio signos de agotamiento a mediados de la década de los 70. Sobre todo se produjo en el público lector y en la nueva generación de escritores un hartazgo de experimentalismo. Las audacias formales volvieron algunas novelas demasiado difíciles, y por ello minoritarias. Pasada la moda experimentalista de los años 60 (las artes y la sociedad vivieron una Revolución cultural), abandonadas algunas utopías de esta década prodigiosa, el escepticismo, la fusión de estilos y el metadiscurso asociados al Postmodernismo fueron los parámetros en los que se movió la nueva literatura que floreció desde mediados de los 70 hasta los años 90. Por haber surgido en la nueva era del Postmodernismo y haber sucedido al Boom, a esta nueva ola de narradores latinoamericanos se le conoció como Postboom. Veamos algunas características de este grupo de narradores:

  • Novelas más «accesibles» que las del Boom. Contienen menos audacias formales y estructurales y se recupera el interés por la «narratividad» (la importancia de contar cosas). No es una vuelta al tradicionalismo decimonónico, pero sí se mitigan los experimentos y la complejidad de los años 60-70. LCE es una acertada mezcla de experimentalismo contenido (heredado del realismo mágico y el Boom) y facilidad de lectura.
  • Recuperación del realismo y alejamiento de la metaficción o la indagación en los componentes mágicos, fantásticos o imaginarios de la experiencia humana. Aun así, algunas novelas actualizan la herencia del realismo mágico (LCE o Como agua para chocolate de Laura Esquivel), pero dando mayor protagonismo a la realidad o marco histórico.
  • Aumento de novelas de tema histórico que emprenden la tarea de releer la historia por medio de, en ocasiones, la parodia y la distorsión grotesca.  LCE cuenta la historia del país, Chile (macrocosmos),  a partir de la familia Trueba-del Valle (microcosmos); el final está basado en hechos históricos y algunos personajes están inspirados en personas reales (el poeta es Neruda, Pedro Tercero es el cantautor Víctor Jara, el Presidente es S. Allende). Otro ejemplo: El entenado de Juan José Saer.
  • Auge de la novela testimonial: una narración contada en primera persona por un narrador que es a la vez el protagonista (o el testigo) de su propio relato. Se centra en una ‘vida’ o una vivencia particularmente significativa (situación laboral, militancia política, encarcelamiento, etc.). El testimonio puede servir para denunciar injusticias, concienciar de un problema o dar una visión alternativa a la historia «oficial». También podemos observar este rasgo en LCE, sobre todo en el último cuarto de la novela. Otro ejemplo es Hasta no verte Jesús mío (1969) de la mexicana Elena Poniatowska.
  • El exilio interior y exterior, el motivo de distancia y desgarramiento. Ejemplifican esta tendencia la chilena Isabel Allende, tanto en su novela LCE como en su propia vida (se exilió a Caracas después del golpe de estado de Pinochet que derrocó el gobierno de su tío Salvador Allende). Otro escritor marcado por el exilio, tanto en su vida como en su obra, es el uruguayo Mario Benedetti (Gracias por el fuego, 1965, Primavera con una esquina rota, 1983)
  • La creciente importancia de autores no capitalinos y la vuelta a temas rurales y a la exploración de la tierra y de la denuncia social. Esta voluntad artística de recrear la realidad local, sin reducirla a la mera variante del regionalismo tradicional o a una modalidad del realismo exótico, aparece, por ejemplo, en la obra del argentino Mempo Gardinelli.
  • El enriquecimiento de los distintos registros del lenguaje coloquial con las variantes regionales y la insistencia particular en el habla de los “marginados” o “periféricos”. La guaracha del Macho Capacho (1976) del puertorriqueño Luis Rafael Sánchez ejemplifica esta tendencia. En LCE no se incide demasiado en este aspecto, pero sí se incluyen numerosos términos propios del español chileno.
  • La osadía en la exploración de la sexualidad. El decidido paso a formas de escritura erótica imaginativa está marcado por novelas como El beso de la mujer araña (1976) del argentino Manuel Puig. Aunque la sexualidad aparece en LCE, no es elemento esencial. Las relaciones amorosas se narran incidiendo en el romanticismo heredado de los folletines y las telenovelas.
  • Aumento del componente femenino y feminista: más escritoras, más protagonistas femeninas y más reivindicaciones feministas. Este elemento se observa claramente en LCE. Otras escritoras del postboom: Elena Poniatowska, Cristina Peri Rossi, Ángeles Mastretta, etc.
  • A diferencia del Boom y bajo la influencia de la Posmodernidad, se abandonan los grandes discursos (el mito) y la obsesiva búsqueda de la identidad (latinoamericana). Se insiste en lo local, lo diferente, lo periférico. En LCE se despliega un amplio abanico de ideologías, de formas de vida, de modas… muchas veces contradictorias. No hay una síntesis o discurso único, es una novela polifónica (diferentes discursos y diferentes narradores).
  • Presencia de elementos de la cultura popular y juvenil. En LCE se observa una clara influencia de las novelas de folletín y también de las telenovelas. También hay sexo, droga, moda, música, esoterismo, ambiente estudiantil, hippismo, etc.
  • Reivindicación del amor y presencia del humor. Ambos elementos, sobre todo el primero, se observan en LCE. Un ejemplo de presencia de humor en LCE es el momento en que Blanca cree oír espíritus en su casa cuando en realidad es el ruido de orgías y sesiones de fotografías pornográficas de su marido y el servicio doméstico.

Algunos narradores nacidos alrededor de los años cuarenta y asociados al Postboom son Alfredo Bryce Echenique (Un mundo para Julius, 1970), Elena Poniatowska (La noche Tlatelolco, 1971), Manuel Puig (El beso de la mujer araña, 1976), Osvaldo Soriano (Triste, solitario y final, 1973, No habrá más penas y olvido,1978),  Jorge Edwards (Museo de cera, 1980),  Antonio Skármeta (Ardiente paciencia o El cartero de Neruda),  Juan José Saer (El entenado,1983), Isabel Allende (La casa de los espíritus, 1982, De amor y de sombra, 1984, Eva luna, 1987), Cristina Peri Rossi (La nave de los locos,1984, Solitario de amor,1988),  Ángeles Mastretta (Arráncame la vida, 1985), Laura Esquivel (Como agua para chocolate, 1990),  Eduardo Galeano (Memoria del fuego,1982, El libro de los abrazos, 1989), Ricardo Piglia (Plata quemada, 1997 o Blanco nocturno, 2010), etc.

Narradores hispanoamericanos actuales:

A partir de los años 90, las nuevas generaciones de narradores latinoamericanos (nacidos en la segunda mitad del siglo XX) conviven con las generaciones anteriores, en un panorama cultural globalizado e interconectado, en el que las modas y los best-sellers trascienden fronteras, en el que los lectores alternan traducciones del finlandés o el japonés con obras autóctonas, en el que la oferta supera la demanda, en el que las tendencias se multiplican, se fusionan, se reinventan. No tenemos perspectiva suficiente para agrupar a los nuevos creadores en escuelas o grupos, y menos reducirlos al ámbito de las literaturas nacionales. La clasificación viene dada por las secciones de las librerías, el auge (o redescubrimiento) de la literatura de género (terror, fantasía, ciencia ficción, novela negra, etc.) y la conquista de grupos específicos de lectores (literatura Young-adult, cómics y novelas gráficas, literatura fandom, etc.). Algunos narradores hispanoamericanos actuales son los argentinos Roberto Bolaño (Los detectives salvajes,1998 y 2666,  [2004, póstuma]), César Aira (Cómo me hice monja, 1993), Rodrigo Fresán (La velocidad de las cosas, 1998) y Patricio Pron (Mañana tendremos otros nombres, 2019), los mexicanos Jorge Volpi (En busca de Klingsor, 1999), Cristina Rivera Garza (Nadie me verá llorar, 1999), Juan Villoro (El testigo, 2004) y Guadalupe Nettel (Después del invierno, 2014), los colombianos Fernando Vallejo (La virgen de los sicarios, 1994 o El desbarrancadero, 2001) y Ángela Becerra (El penúltimo sueño,2005), el cubano Leonardo Padura (El hombre que amaba a los perros, 2009), el chileno Luis Sepúlveda (Un viejo que leía novelas de amor, 1988 o Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, 1996), etc.

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BIBLIOGRAFÍA

BELLINI, Giusseppe, Nueva historia de la literatura hispanoamericana, Barcelona, Castalia, 1997

GARGANIGO, John et. Al, «Novísima narrativa: el Post-Boom y la Postmodernidad«, en Huellas de las literaturas latinoamericanas, publicado en la web.

MENTON, Seymour: “El realismo mágico, pintura y literatura 1918-1981”, en Cuarta cátedra Internacional de Arte Luis-Ángel Arango: realismo mágico pintura y literatura. En la web Actividad Cultural del Banco de la República, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango.

VILLANUEVA, Darío y VIÑA LISTE, J.M., Trayectoria de la novela hispanoamericana actual. Del “Realismo mágico” a los años ochenta, Madrid, Espasa-Austral, 1991

www.lenguayliteratura.org

www.tendreams.org


1 comentario

  1. silviavic dice:

    Una descripción muy interesante de la narrativa hispanoamericana del siglo XX.

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