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Va la vida y nos sorprende

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Salvador Dalí, «Figura en una finestra» (1925). Museo Reina Sofía, Madrid

Nosotros que el 31 de diciembre le pedíamos al 2020 sorpresas, en marzo las hemos tenido. Nosotros que creíamos que nuestros avances y modernidades todo lo podían. Y ahora jarrón de agua bien fría. Obligados a quedarnos en casa, siguiendo con nuestro trabajo y tareas, viendo cómo ni la ciencia nos salva de esta. Y qué locura: acostumbrados siempre al ajetreo, tener un parón de todo el estrés del que tanto nos quejamos. Con nuestras familias o con nuestra soledad, que todo es necesario. Descubriéndolos, descubriéndote. Deberíamos agradecerlo. Pero ahí están el miedo y la incertidumbre para recordarte que existe el malo en esta película de terror. Para cegar los arcoíris de las redes y los aplausos de las 8. ¿Qué va a pasar? No lo sabemos, semana tras semana, y quizá ahora poco importa. La pregunta que yo me hago es: ¿qué vamos a sacar de todo esto?

 Lo cierto es que la unión que ha surgido es innegable. Ahora parece que volvemos a humanizarnos, empatizamos y ayudamos en todo lo que podemos. Un claro ejemplo son los artistas, quienes ofrecen espectáculos o conciertos en directo. O los entrenadores, volcados todos los días en hacer rutinas de entrenamiento para los dispuestos a ejercitarse, o al menos intentarlo. También quienes comparten recetas, manualidades, experimentos. Todo parece haberse vuelto tan idílico entre todos que hasta parece irreal. Pero no nos atrevemos a ponerlo en duda, no vaya a ser que nos despertemos y sea todavía peor. Esto nos ha hecho darnos cuenta que ante las cosas difíciles, de nada sirve mirarse el ombligo. Nos hará aprender el significado de unión.

 Aprenderemos también a valorar, sin lugar a dudas. Valoraremos el sol, la calle, el ruido, la simpleza del salir a la calle y cruzarte con alguien. Sin mascarilla a poder ser. Agradeceremos el viento en la cara sin los límites del balcón y nos sentiremos libres. Disfrutaremos de las pequeñas cosas, de un abrazo, de volver a ver a los nuestros. O lloraremos por no habernos podido despedir. Pero hasta eso nos enseñará a no dejar nada pendiente, nada por decir. Apreciaremos los buenos momentos, porque malos ya van unos cuantos. Seremos más agradecidos y valoraremos más. A todos los que se juegan la vida por nosotros, a los que siguen estando ahí aún con una pandemia que se alimenta del miedo. Y de eso vamos sobrados.

 Ahora, cuando creíamos que lo teníamos todo bajo control, va la vida y nos sorprende, como tantas veces habíamos oído. Nos recuerda una vez más que no tenemos el control. Y nosotros que tantas sorpresas pedíamos, empezamos a aborrecerlas como si la vida no fuera eso. Quiero creer que aprenderemos, que ha sido necesario todo esto y que a veces hace falta desaprender para volver a ver lo esencial. Hemos desaprendido, y hemos aprendido, de eso estoy segura. Lo que es tan incierto como nuestro futuro, es si seremos capaces de conservarlo. Si miraremos en un tiempo hacia atrás y veremos toda esa solidaridad y empatía que en su día nos unió a todo el mundo, caminando de nuestra mano hacia un mundo mejor.

SANDRA MARTOS ÁLVARO


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