Nosotros que el 31 de diciembre le pedíamos al 2020 sorpresas, en marzo las hemos tenido. Nosotros que creíamos que nuestros avances y modernidades todo lo podían. Y ahora jarrón de agua bien fría. Obligados a quedarnos en casa, siguiendo con nuestro trabajo y tareas, viendo cómo ni la ciencia nos salva de esta. Y qué locura: acostumbrados siempre al ajetreo, tener un parón de todo el estrés del que tanto nos quejamos. Con nuestras familias o con nuestra soledad, que todo es necesario. Descubriéndolos, descubriéndote. Deberíamos agradecerlo. Pero ahí están el miedo y la incertidumbre para recordarte que existe el malo en esta película de terror. Para cegar los arcoíris de las redes y los aplausos de las 8. ¿Qué va a pasar? No lo sabemos, semana tras semana, y quizá ahora poco importa. La pregunta que yo me hago es: ¿qué vamos a sacar de todo esto?
Lo cierto es que la unión que ha surgido es innegable. Ahora parece que volvemos a humanizarnos, empatizamos y ayudamos en todo lo que podemos. Un claro ejemplo son los artistas, quienes ofrecen espectáculos o conciertos en directo. O los entrenadores, volcados todos los días en hacer rutinas de entrenamiento para los dispuestos a ejercitarse, o al menos intentarlo. También quienes comparten recetas, manualidades, experimentos. Todo parece haberse vuelto tan idílico entre todos que hasta parece irreal. Pero no nos atrevemos a ponerlo en duda, no vaya a ser que nos despertemos y sea todavía peor. Esto nos ha hecho darnos cuenta que ante las cosas difíciles, de nada sirve mirarse el ombligo. Nos hará aprender el significado de unión.
Aprenderemos también a valorar, sin lugar a dudas. Valoraremos el sol, la calle, el ruido, la simpleza del salir a la calle y cruzarte con alguien. Sin mascarilla a poder ser. Agradeceremos el viento en la cara sin los límites del balcón y nos sentiremos libres. Disfrutaremos de las pequeñas cosas, de un abrazo, de volver a ver a los nuestros. O lloraremos por no habernos podido despedir. Pero hasta eso nos enseñará a no dejar nada pendiente, nada por decir. Apreciaremos los buenos momentos, porque malos ya van unos cuantos. Seremos más agradecidos y valoraremos más. A todos los que se juegan la vida por nosotros, a los que siguen estando ahí aún con una pandemia que se alimenta del miedo. Y de eso vamos sobrados.
Ahora, cuando creíamos que lo teníamos todo bajo control, va la vida y nos sorprende, como tantas veces habíamos oído. Nos recuerda una vez más que no tenemos el control. Y nosotros que tantas sorpresas pedíamos, empezamos a aborrecerlas como si la vida no fuera eso. Quiero creer que aprenderemos, que ha sido necesario todo esto y que a veces hace falta desaprender para volver a ver lo esencial. Hemos desaprendido, y hemos aprendido, de eso estoy segura. Lo que es tan incierto como nuestro futuro, es si seremos capaces de conservarlo. Si miraremos en un tiempo hacia atrás y veremos toda esa solidaridad y empatía que en su día nos unió a todo el mundo, caminando de nuestra mano hacia un mundo mejor.
SANDRA MARTOS ÁLVARO