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La épica medieval: textos y actividades

A continuación presentamos un listado de enlaces sobre algunos de los poemas épicos medievales más importantes. Sobre el Poema de Mio Cid podéis informaros en este enlace. También podéis descargar un pdf con una Selección de textos épicos medievales y actividades y una Hoja de personaje para comenzar a confeccionar el juego de rol sobre el famoso héroe épico de la Serra d’Espadà Thales de Ondaria.

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La épica medieval

La épica (del griego επος, ‘palabra, discurso, recitado) es el género literario del que se conservan testimonios más antiguos. A las manifestaciones épicas de la antigüedad se les denomina epopeyas. Se trata de textos narrativos escritos en verso con un lenguaje elevado que relatan hazañas legendarias protagonizadas por héroes. Las epopeyas tienen un trasfondo histórico, pues se compusieron para ensalzar un pasado legendario (la edad heroica) de una nación, pero son textos fundamentalmente ficticios, pues la deformación legendaria de las acciones (mezcla de historia e invención), la presencia de elementos míticos (es habitual que aparezcan dioses, hechos sobrenaturales o inverosímiles), la idealización de los personajes (héroes aristocráticos con fuerza sobrenatural) y la elaboración del lenguaje (hipérboles, comparaciones, descripciones literarias, epítetos épicos, reiteraciones…) permiten claramente adscribirlos a la literatura. Otra característica es que la guerra es uno de los temas fundamentales de las epopeyas. Aunque un autor culto (normalmente desconocido) compone la epopeya, son textos anónimos y su difusión es fundamentalmente oral. De hecho es habitual que la fijación por escrito sea muy posterior a su creación. En la epopeya griega, por ejemplo, un aedo improvisaba y recitaba los poemas que él mismo componía con acompañamiento musical (normalmente una especie de lira). Homero, el autor de la Iliada y la Odisea, era una aedo. Los rapsodas eran los difusores fundamentales de las epopeyas. Eran artistas dotados de una memoria prodigiosa que recitaban en público las epopeyas. Son los antecedentes de los juglares medievales. Las principales epopeyas de la Antigüedad son las siguientes:

  1. a) Epopeya sumeria: Poema de Gilgamesh. La narración escrita más antigua de la historia. Se conservan doce tablillas de arcilla en escritura cuneiforme. Las once primeras datan de ha. la primera mitad del II milenio a.C.; la duodécima data de finales del I milenio a.C. El poema cuenta la historia de las aventuras del Rey Gilgamesh de Uruk, que debió de gobernar hacia el año 2500 a.C. Aunque es un personaje histórico, su tratamiento es totalmente literario. El tema principal es la búsqueda de la inmortalidad, pero el poema también destaca por la amistad entre Gilgamesh y el monstruoso gigante Enkidu. El lamento del rey por la muerte de su amigo (antecedente del planto de Aquiles por la muerte de Patroclo narrado en la Iliada) es uno de los momentos cumbre de la epopeya.
  1. b) Epopeya grecolatina:

         b1. Epopeya griega: la Iliada y la Odisea de Homero (aprox. siglo VIII a.C.)

         b2. Epopeya romana: Eneida de Virgilio (siglo I a.C.)

  1. c) Epopeya indostánica (escritas en sánscrito): el Mahabhárata (escrita entre el siglo XII y el IX a.C) y el Ramayana (entre el VIII y el I a.C.; atribuida a Valmiki)

Las epopeyas de la Edad Media se suelen denominar cantares de gesta (gesta significa ‘hazaña’). C. F. Bowra define cantar de gesta como el «relato heroico en verso en el que se exaltan las hazañas de seres superiores cuyo único ideal es la persecución del honor a través del riesgo y el esfuerzo».

La difusión de los cantares de gesta se debe a los juglares. Estos personajes eran artistas itinerantes que cantaban o recitaban con acompañamiento musical los cantares que habían memorizado. El recitado era un auténtico espectáculo (solían acompañar la actuación con acrobacias y juegos malabares) y suponía todo un acontecimiento en las plazas de los pueblos o castillos de los señores a los que acudían para ganarse la vida. Los juglares se apoyaban tanto en su memoria como en la improvisación. Los cantares de gesta, por tanto, eran continuamente reelaborados. En ellos, composición e interpretación son inseparables. El poeta-juglar crea la obra en cada recital e introduce las variantes que considera pertinentes. Por ello, son obras anónimas de transmisión oral re-creadas colectivamente que, en un momento dado, fueron fijadas por escrito. Algunos especialistas inciden en el carácter colectivo, anónimo y folclórico de los cantares, que reflejaría el alma de la nación (volkgeist). Otros critican esta noción de autor colectivo y enfatizan la individualidad del autor. No obstante, ambas teorías son compatibles: un autor culto (habitualmente desconocido) compone un texto concreto que pasa poco después a la memoria colectiva de la nación, que actualiza (y en parte reinventa o reescribe) el original con cada recitación oral. Para facilitar la memorización y el recitado, en la épica se emplean diversas expresiones formularias, es decir, procedimientos de reiteración. Las fórmulas épicas pueden ir desde una adjetivo calificativo o sintagma adjetival (el epíteto épico: «el campeador», «el que en buena hora ciñó espada», ampos referidos al Cid, por ejemplo) hasta descripciones de varios versos. Estas fórmulas ayudaban a la memorización, permitían descansar momentáneamente al juglar y conseguían la complicidad del auditorio, que era continuamente interpelado y que ya conocía los estribillos y muletillas.

Los principales reinos europeos cuentan con un cantar de gesta que ensalza su pasado legendario y sirve de expresión del sentimiento de orgullo de pertenencia a un pueblo con unos referentes culturales (incluidas la lengua y la historia) comunes. Los cantares de gesta medievales se pueden dividir en dos grupos:

  • La épica medieval germánica. Los textos más antiguos datan del siglo VIII. Se produjeron en Islandia (Edda), Escandinavia (Sagas, Kalevala), los reinos sajones (Beowulf) y los reinos germánicos (Cantar de los Nibelungos). Este último se compuso en el siglo XIII y se popularizó desde el siglo XIX por la ópera de Wagner. Sus protagonistas son Sigfrido, un héroe rico por poseer el tesoro de los Nibelungos e invulnerable gracias a la sangre de dragón que bañó todo su cuerpo excepto una zona de la espalda en la que se adhirió una hoja (el equivalente del talón de Aquiles) y su enamorada Krimilda. La presencia de elementos fantásticos (Sigfrido posee una capa que lo vuelve invisible, por ejemplo) y una trama repleta de venganzas y muerte caracterizan esta obra. Beowulf es un extenso poema épico compuesto hacia el siglo VIII en inglés antiguo. El protagonista es el héroe Beowulf, un fuerte y valeroso guerrero, que vence en la primera parte al monstruo Grendel, que acosaba a los daneses, y a un dragón en la segunda. Como se puede apreciar, el elemento fantástico es predominante, aunque el personaje de Beowulf es histórico: un rey godo que luchó en el siglo VI contra los francos.
  • La épica medieval románica. A diferencia de la épica germánica, la románica (francesa y castellana) es menos fantástica y más cercana a los hechos históricos. Los cantares de gesta franceses (numerosos y bien conservados, el más famosos de los cuales es el Cantar de Roldán, del siglo XI) y castellanos (sólo se conserva casi íntegro el Cantar de Mio Cid, de finales del s. XII o principios del XIII) se ambientan en la frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes en el norte de la península ibérica. Se trata de textos que narran episodios de la Reconquista que exaltan los valores cristianos y que sirven para forjar una edad heroica de los franceses y los castellanos. En el Cantar de Roldán se evoca literariamente un episodio histórico: la batalla de Roncesvalles (frontera entre Navarra y Francia) en el siglo VIII. El protagonista, Roldán, sobrino de Carlomagno, vigila junto a sus tropas el paso fronterizo de Roncesvalles. Ganelón lo traiciona y favorece que un rey musulmán ataque y aniquile a las tropas de Roldán. Éste, antes de morir, toca el olifante (un gran cuerno) para avisar a Carlomagno. El lamento de Carlomagno ante el cadáver de su sobrino (que recuerda al de Gilgamesh y Aquiles) es un momento muy emotivo y de gran valor literario. Airado, el poderoso emperador pide a Dios que pare el sol para alcanzar al enemigo y así vengar la muerte de Roldán y ajusticiar al traidor Ganelón.

El Poema de Mio Cid (PMC en adelante) es el único cantar de gesta conservado prácticamente íntegro de la épica medieval castellana. Además de él, sólo contamos con otro poema incompleto (Mocedades de Rodrigo, que cuenta la ascendencia y juventud del Cid y que inspiró numerosos romances y obras de Guillén de Castro y Corneille), cien versos de un poema perdido (Roncesvalles) y una reelaboración culta en cuaderna vía de un poema épico perdido (Poema de Fernán González). En total suman aproximadamente 5000 versos (el PMC tiene casi 4000), que contrastan con los 120 textos conservados y más de un millón de versos conservados de la épica medieval francesa. En Francia se impuso la moda desde el siglo XIII de copiar los poemas en lujosos manuscritos destinados a su conservación en bibliotecas. En Castilla no existió esta costumbre (la mayoría de los textos conservados proceden de romances o de prosificaciones en la Crónicas históricas) y es casi un milagro que se haya conservado una copia del PMC (que data del siglo XIV). Este manuscrito es una copia de otro anterior, en la que un tal Per Abat dice haber «escrito» la obra en 1207. Se ha discutido mucho acerca de la autoría y fecha de composición del PMC. Podemos agrupar en dos las opiniones sobre la fecha de composición:

  1. a) temprana: defendida por Menéndez Pidal, considera que el texto se escribió a principios del siglo XII (hacia 1140), es decir, poco después de los hechos narrados y mucho antes de copiarse;
  2. b) tardía: la composición se realizaría en torno a la fecha de la copia del manuscrito de Per Abat, es decir, a finales del siglo XII o principios del XIII.

Respecto a la autoría, los tradicionalistas, encabezados por Menéndez Pidal, sostienen que la obra la compuso un juglar, no un poeta culto. Aunque algunos críticos creen que el autor es el propio Per Abat, se ha demostrado que es un mero copista («escribir» significa «copiar» en los textos medievales). Todo apunta hacia la autoría de un poeta culto desconocido versado en abogacía que compuso la obra en fechas cercanas al año de la copia del manuscrito o incluso en ese mismo año (1207).

El PMC es una mezcla de realidad y ficción. Aunque recrea hechos históricos (el Cid fue un noble castellano del siglo XI), no hay total exactitud histórica. Por ello, es difícil que el poema se compusiera poco tiempo después de los hechos históricos. Tuvo que transcurrir mucho más tiempo (probablemente más de un siglo) para que se olvidaran algunos datos y se engrandeciera la figura del Cid hasta convertirlo en una leyenda.

El PMC se divide en tres partes o «cantares»:

  • Cantar del destierro. El Cid, desterrado de Castilla por el rey Alfonso Vl, debe abandonar a su esposa e hijas, a quienes deja a la protección del abad de un monasterio. Inicia una campaña militar acompañado de sus fieles en tierras no cristianas, enviando un presente al rey tras cada victoria para conseguir el perdón real.
  • Cantar de las bodas. El Cid se dirige a Valencia, en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad. Envía a su amigo y mano derecha Álvar Fáñez a la corte de Castilla con nuevos regalos para el rey, pidiéndole que se le permita reunirse con su familia en Valencia. El rey accede a esta petición, e incluso le perdona y levanta el castigo que pesaba sobre el Campeador y sus hombres. La fortuna del Cid hace que los infantes de Carrión pidan en matrimonio a sus hijas doña Elvira y doña Sol. El rey pide al Campeador que acceda al matrimonio y él lo hace aunque no confía en ellos. Las bodas se celebran solemnemente.
  • Cantar de la afrenta de Corpes. Los infantes de Carrión muestran pronto su cobardía, primero ante un león que se escapa y del que huyen despavoridos, después en la lucha contra los árabes. Sintiéndose humillados, los infantes deciden vengarse. Para ello emprenden un viaje hacia Carrión con sus esposas y, al llegar al robledo de Corpes, las azotan y las abandonan dejándolas desfallecidas. El Cid ha sido deshonrado y pide justicia al rey. El juicio culmina con un duelo (más un juicio que una pelea) en el que los representantes de la causa del Cid vencen a los infantes. Estos quedan deshonrados y se anulan sus bodas. El poema termina con el proyecto de boda entre las hijas del Cid y los infantes de Navarra y Aragón.

La acción principal del poema gira en torno a la honra. De hecho, se ha formulado el tema del poema como proceso de pérdida y recuperación del honor del Cid. Si la estructura externa es ternaria (está dividido en tres cantares) la estructura interna es binaria: el doble proceso de pérdida y recuperación de la honra.

Otro tema importantes es el vasallaje. La relación vasallo-señor se puede resumir diciendo que el Cid es vasallo del rey y a su vez es señor de sus vasallos. El buen vasallo que es el Cid (que es desterrado injustamente, seguramente por rencillas y envidias despertadas en otros nobles que le acusaron falsamente de quedarse con botines de batallas que correspondían al rey) es a la vez buen señor. En la obra se repite como un estribillo: «Oh Dios qué buen vasallo si tuviese buen señor».

El hecho de que el Cid sea un personaje histórico es un hecho común a los poemas épicos europeos. La originalidad del PMC radica en que pocos héroes pueden hacer gala de cualidades tan verosímiles como las que exhibe el Cid: mesura, inteligencia y prudencia. La inteligencia entendida como destreza mental; la prudencia observada en términos económicos, como sinónimo de pragmatismo (sobre todo al principio, cuando es desterrado, el Cid se preocupa por cómo conseguir dinero y pagar a sus tropas) y la mesura como sentido común. Aunque el Cid es un héroe fuerte y valiente (como demuestra al doblegar al león con sólo mirarlo), lejos queda de los poderes sobrenaturales exhibidos por Sigfrido o Beowulf. Todo héroe es fuerte y valiente, pero no todos prudentes (Beowulf es un temerario que después de matar al dragón muere él mismo). En ese sentido, el Cid es realista.

Otros rasgos característicos del PMC es el optimismo que se desprende de la obra y la presencia de humor, por ejemplo en el comentado episodio del león o en el engaño del arca a los judíos Rachel y Vidas. La presencia del humor favorece el realismo de la obra.

El PMC consta de 3730 versos. La versificación es irregular, aunque predominan los versos de 16 sílabas, separados por una fuerte cesura. Los versos se agrupan en tiradas (series de versos con la misma rima). La presencia de fórmulas épicas es muy relevante (sobre todo epítetos épicos), lo cual revela la fuerte deuda respecto a la oralidad en su composición.

Versión pdf: Epica medieval

Material complementario:

Selección de «LA épica medieval» de Martín de Riquer y José Mª Valverde. Podéis consultar el ensayo completo em Ciudadseva.

L’èpica medieval en la web La serp blanca.

Épica medieval: textos y actividades

 

Al cine le gustan las historias épicas. De hecho, el cine americano tiene predilección por la épica: la épica de los americanos es el western. Los principales cantares de gesta europeos medievales también han sido llevados a la gran pantalla. En 1961 Anthony Mann dirigió El Cid, rodada en España y protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren:

Sobre el Cantar de los Nibelungos no podemos evitar mencionar la tetralogía operística de Wagner: